En muchos contextos, las mujeres centroamericanas suelen ser asociadas a trabajos precarios, incluso a actividades estigmatizadas como el sexoservicio o meseras de cantinas; sin embargo, algunas han logrado resignificar su papel en la comunidad a través del emprendimiento culinario.
El docente - investigador, Hugo Saúl Rojas Pérez, de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), comentó que a través de la comida, mujeres migrantes de Centroamérica, han logrado transformar la manera en que son vistas por comunidades locales del sur de México.
Así lo documenta el proyecto de investigación titulado “Cocineras centroamericanas en México: experiencias de habitar a través de la comida”. Un estudio que revela que la comida se convirtió en un puente de integración.
Las pupusas y las baleadas, platillos típicos de El Salvador y Honduras encontraron un lugar dentro de la vida diaria de la comunidad local, no solo como alimentos, sino como vehículos de reconocimiento social.
Las pupusas, similares a las gorditas mexicanas, pero con menos grasa, y las baleadas, una especie de burrito hondureño, se venden fácilmente en la calle al ser accesibles, económicos (con un precio que oscila entre los 15 y 25 pesos) y prácticas.
Esto ha permitido que las mujeres construyan redes de confianza e intercambio con los locales. Indicó que el enfoque de la investigación es interpretativo, centrado en comprender cómo las personas significan su experiencia de vida.
Para ello, trabajó con mujeres migrantes y sus familias (alrededor de 100 personas), empleando observación participante y diario de campo como principales métodos, en lugar de encuestas o entrevistas estructuradas. Colaboraron los ahora licenciados en Desarrollo Humano, Daniel Espinoza Carranza y Laura López Maldonado.